CÁDIZ
PATRIMONIO INMATERIAL
CARNAVAL
Parece ser que el Carnaval de Cádiz, es un hijo,
aunque sea pródigo, del cristianismo; mejor dicho, sin la idea de la Cuaresma
no existiría en la forma en que ha existido desde fechas oscuras de la Edad
Media Europea. Se lo relaciona también con los ritmos del tiempo, con la
percepción cualitativa del tiempo. El cristianismo establece «un orden pasional
del tiempo», en el que los momentos de alegría y tristeza se alternan
cronológicamente, según sea tiempo de prohibiciones o tolerancias, asimilados
por el cristianismo. El Carnaval es una consecuencia de la concepción simple
del tiempo que adopta el cristianismo. Una concepción ajustada a los ciclos
vitales y de las cosechas. Su principal significación es que autoriza la
satisfacción de todos los apetitos que la moral cristiana, por medio de la
Cuaresma, refrena acto seguido. Pero al dejarlos expansionarse durante un
periodo más o menos largo, la moral cristiana reconoce también los derechos de
la carne, la carnalidad. El Carnaval encuentra así, además de su significación
social y psicológica, su función equilibradora en todos los aspectos. Y todo
pese a que en 1523, Carlos I había prohibido totalmente las máscaras. Pero sin
duda con el transcurso del tiempo distintos aspectos se han ido marcando con
mayor profundidad hasta alcanzar en Cádiz una fiesta distinta. En el proceso de
su propia definición, el Carnaval gaditano toma peculiaridades del italiano,
explicable por la influencia fundamentalmente genovesa que Cádiz conoció desde
el siglo XV, tras el desplazamiento hacia el Mediterráneo de los turcos, los
comerciantes italianos se trasladan a Occidente, encontrando en Cádiz un lugar
de asentamiento perfectamente comunicado con los objetivos comerciales que los
genoveses buscaban: el norte y centro de África. Los antifaces, las caretas,
las serpentinas, los papelillos (confeti) son otros tantos elementos que se
asimilaron del carnaval italiano.

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